
La presidenta Claudia Sheinbaum premia a una colaboradora de antaño como Esthela Damián que habrá de tener como única agenda, y absolutamente nada más, la que la mandataria decida.


Harán falta algo más que los decomisos y detenciones menores o de personajes secundarios que presume el secretario de Seguridad federal, García Harfuch, si Sheinbaum quiere quitarse la etiqueta que le colocó Trump por herencia, de encabezar un gobierno “aliado con los cárteles”.
Opinión02 de febrero de 2025 Salvador García Soto
Junto a los aranceles del 25% a los productos mexicanos, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, emitió ayer una fuerte y grave acusación al Gobierno de México de “tener una alianza con los cárteles” de la droga que son los principales traficantes del fentanilo que mató el año pasado a más de 70 mil estadounidenses. Con esa justificación, el mandatario norteamericano cumplió su promesa de gravar las importaciones mexicanas a su país y, de paso, sentenció a la fallida política de seguridad del expresidente López Obrador, que se alió con los narcos.
La afirmación textual del mandatario de los Estados Unidos dejó muy claro el mensaje para la presidenta Claudia Sheinbaum: si no quiere que los exportadores mexicanos paguen los aranceles, tendrá que modificar radicalmente su política de combate y enfrentamiento a los capos de la droga y a sus organizaciones, para dar golpes y resultados concretos y puntuales contra las organizaciones criminales que hoy se reparten el territorio nacional. Harán falta algo más que los decomisos y detenciones menores o de personajes secundarios que presume el secretario de Seguridad federal, García Harfuch, si Sheinbaum quiere quitarse la etiqueta que le colocó Trump por herencia, de encabezar un gobierno “aliado con los cárteles”.
Al final, la Presidenta que no creía en la imposición de los aranceles y que decía tener varios planes listos para responder a esta medida unilateral del país vecino, ya no sólo tendrá que contestar en el terreno económico y tomar decisiones que contrarresten el impuesto que afectará a la economía nacional, sino también tendrá que decidirse, de una vez por todas, a romper con la herencia maldita que le dejó su antecesor y jefe político, y a terminar de cambiar completamente su estrategia contra el narco, que hasta ahora ha dado sólo pinceladas de querer romper con los “Abrazos, no balazos”, pero que no termina de deslindarse completamente, quizás por temor a represalias del expresidente que sigue gravitando en su gobierno.
Hasta casi tres horas después de que se confirmara el anuncio de la Casa Blanca y las aseveraciones de Trump sobre las razones por las que impuso los aranceles a México, Canadá y China, el gobierno de Sheinbaum seguía sin responder ni fijar una posición oficial ante esta decisión. A los secretarios de Estado se les vio llegar al Palacio Nacional una hora después del anuncio arancelario y la presidenta, que andaba en sus giras de fin de semana “entregando tarjetas del bienestar”, definía ya entrada la tarde la que será la respuesta oficial de México no sólo a los aranceles, sino a la grave acusación de “aliado del narco” que le hizo Trump a su gobierno.
¿Cuál de los cuatro planes que dijo tener la doctora el viernes pasado (de la A a la D) será el que se aplique para tratar de enfrentar el impacto arancelario en la economía y las empresas exportadoras de México? Cualquiera de ellos que elija la presidenta deberá no sólo atender el impacto económico, sino también hacerse cargo del señalamiento de gobierno aliado de los narcos que les hicieron desde la Casa Blanca. Y no hay que olvidar que, si los cárteles mexicanos de la droga ya son considerados “organizaciones terroristas” por la administración Trump, entonces el Gobierno de México, el de Sheinbaum, sería un gobierno que también apoya al terrorismo.

La presidenta Claudia Sheinbaum premia a una colaboradora de antaño como Esthela Damián que habrá de tener como única agenda, y absolutamente nada más, la que la mandataria decida.

Lo que está en juego no es sólo la relación entre una presidenta y su mentor político. Es la posibilidad de que México tenga, por primera vez en siete años, un gobierno que no dependa del caudillo para tomar decisiones.

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