La Oposición a Sheinbaum

PAN, PRI y MC enfrentan el reto de sus vidas. Hasta ayer, esos tres partidos gastaron la última etapa de su existencia en torno a un personaje que entró a retiro la noche de este lunes

Opinión02 de octubre de 2024 Salvador Camarena
Salvador Camarena
Salvador Camarena

Circula un equívoco que reza que la oposición a Claudia Sheinbaum hay que buscarla en las filas de Morena y sus rémoras. No entiendo a qué se debe tal confusión, pero más valdría que opositores reales sí tengan claras misión y nueva ruta.

En Morena et al no habrá oposición a la presidenta. Lo que en cambio sí veremos, con seguridad, son escaramuzas por “fuego amigo”. Sheinbaum está rodeada de comisarios de su predecesor. Gente que se cree tan merecedora de conducir la nación como ella.

Esos personajes, tanto los más obvios —Jesús Ramírez, v. gr.— como otros menos visibles —entre ellos algunos que intentaron aferrarse al hueso gubernamental—, no evitarán la tentación de asumirse como exégetas del obradorismo para enmendarle la plana a la nueva jefa.

Serán, por definición, adoradores de la vela perpetua al tabasqueño. Y como tales, constituirán un valladar para una presidenta que, apremiada por distintas coyunturas, podría optar, a quererlo o no, por cosas que parezcan o sean contrarias al gelatinoso ideario morenista.

En todo caso, esos que se resistan a Sheinbaum desde el obradorismo no pueden ser, en forma alguna, representantes del 40% del electorado que no eligió a la candidata de Morena, que no comulga con el cambio de régimen y ve al Plan C como intento antidemocrático.

De forma que oposición como tal solo puede ser la que acudió a las urnas, hizo campaña o simplemente encontró afinidad con lo que proponían las dos alternativas a Sheinbaum en la boleta.

Esa que pasados los comicios ha resistido chantajes y amenazas del obradorismo al aprobar el Plan C. Esos que aun sin militar en partido alguno, rechaza tal presión desde el gobierno a quien piensa distinto.

Esa que si bien tuvo algunos momentos de efectiva contención al oficialismo en el sexenio anterior, no puede estar en absoluto satisfecha con su estrategia y mucho menos con los resultados electorales de la misma.

Quizá la confusión sobre dónde están los opositores a Sheinbaum provenga de una realidad sombría, del reconocimiento de que fuera de Morena no hay ni con quién ni con qué disputarle a la presidenta sus argumentos, propuestas o decisiones. De que no sirve la oposición.

Pero lo anterior dista de ser exacto. Muestra de ello fueron los desfiguros de Morena para conseguir el voto que le hacía falta en el Senado para reformas constitucionales. Tan podía armarse el bloqueo opositor que el oficialismo tragó feos sapos para fichar un ídem.

Oposición hay, y sirve lo suficiente como para, en el mejor momento del obradorismo, es decir en los comicios del 2 de junio, haber retenido gubernaturas clave como la de Guanajuato y la de Jalisco. Y, lo mismo, para ser gobierno en las capitales de la mitad del país.

Cosa muy distinta es si la oposición sabe qué hará para no ser borrada en los comicios de 2027, cuando se renuevan quince gubernaturas, y para ser clave en la era Sheinbaum, periodo en que de arranque sus votos en el Congreso no bloquean iniciativa alguna.

Porque es precisamente este último factor, que su peso en el legislativo es apenas simbólico, el que obliga a los partidos de oposición a no desaprovechar, como en 2018, la derrota, a articular el reposicionamiento político que les devuelva algo de credibilidad.

PAN, PRI y MC enfrentan el reto de sus vidas. No hay exceso retórico en la frase. Hasta ayer, esos tres partidos gastaron la última etapa de su existencia en torno a un personaje que entró a retiro la noche de este lunes. Y frente a ese político la derrota de ese trío es ya historia.

La coyuntura obliga a la oposición partidista a repensar el momento. Mas no será sencillo, pues cada uno de esos partidos tiene, como es público, severos problemas internos; padecen secuelas de sendas luchas intestinas que complicarán su reposicionamiento externo.

Acción Nacional renovará su dirigencia, pero el proceso parece irremediablemente viciado. El dirigente Marko Cortés nunca entendió que insistir en su modelo de perpetuidad en la persona de Jorge Romero es lo peor que le puede pasar a un PAN urgido de limpieza.

El PAN está lastrado por sospechas de corrupción, entre otras cosas por el llamado cartel inmobiliario del que Romero es protagonista, y Cortés entregará la estafeta de la peor manera posible: desacreditado por enjuagues en Coahuila, y por haber dado candidaturas a traidores.

En vez de hacerse a un lado, Cortés insiste en imponer a un sucesor de su cuadra, negándole a los blanquiazules la posibilidad de hacer una elección de dirigencia que les haga nuevamente presentables ante el electorado y la opinión pública.

Por su lado, el PRI está en los tribunales litigando la legalidad del nuevo y polémico periodo de Alejandro Alito Moreno, quien a pesar de las derrotas antes de pensar en irse él, echó del tricolor, primero de la estructura y luego del partido mismo, a figuras que le retaron.

Si bien Moreno puede alegar que en septiembre el PRI no se dobló al calor del Plan C —mientras el PAN veía que de sus filas salió el voto traidor y los de MC siguen sin convencer por la ausencia de uno de sus senadores—, eso no alcanza para borrón y cuenta nueva.

La cantidad de derrotas estatales del PRI en tiempos de Moreno (perdió once, retuvo dos) daba para que tiempo atrás se hubiera ido de la dirigencia, no para que todavía dispute en los tribunales su permanencia.

Su habilidad para retener el control interno es inversamente proporcional al éxito del tricolor en su periodo. Y lo mismo con su imagen externa.

Finalmente, Movimiento Ciudadano tiene mucho que remendar luego de la elección en donde se fracturó el partido con recelos desde uno de sus bastiones —Jalisco— y dolorosas derrotas en el otro terruño, Nuevo León.

Parte de los saldos por el mal resultado electoral es que el líder emecista Dante Delgado no pudo llegar al Senado y su capacidad se va a extrañar en esa cámara. Podrá en cambio dedicarse a reformular la estrategia para que no caigan en la irrelevancia en tres años más.

Con eso a cuestas, los partidos de la oposición tienen que iniciar este martes una nueva era. La estrategia donde definirán cada uno en lo particular su posicionamiento frente a la presidenta Claudia Sheinbaum, y su oferta de mediano plazo frente al electorado.

En su cierre de campaña, la hoy presidenta dijo que en su gobierno habría espacio para escuchar a los que pensaran distinto. Nadie sabe cuánto de eso será realidad, y menos al principio, cuando las fuerzas de Morena sienten que no necesitan negociar nada, revisar nada.

Exigir a la presidenta que cumpla pasa, necesariamente, por una oposición digna de ese diálogo, ya sea porque trae propuestas razonables, retórica eficaz, legitimidad suficiente y, por supuesto, sintonía con lo que quiere la mayoría de las y los mexicanos.

Si en cambio persisten en lo que no les funcionó desde 2018, incluidas mareas rosas, podrían dar sustancia al equívoco de quienes creen que hoy, como en su tiempo con el viejo PRI, la única vía para reformar al sistema es desde el interior. Oposición en Morena.

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