
La forma como se ha hecho la campaña contra los factureros pierde credibilidad cuando se hace de manera selectiva, donde a unos se castiga y a otros se premia al no voltearlos a ver.


La gobernadora de Veracruz, Rocío Nahle, preferiría una realidad donde el poder se ejerce sin escuchar y donde ni cae agua en demasía ni preguntas de la prensa con quejas ciudadanas sobre su gestión en las lluvias
Opinión31 de octubre de 2025 Salvador Camarena
Las tragedias no se deben revisar. Morena pretende un modelo de administración donde la rendición de cuentas no solo se hace más difícil al desmontar organismos de contrapeso. También es obligado, dicen ahora, preguntar cuándo es oportuno cuestionar al gobierno.
Veracruz concentra casi la mitad de las víctimas mortales del temporal que a principios de mes azotó a cinco entidades de la República. Del conteo oficial de las 80 muertes por lluvias, deslaves y crecidas de ríos, 35 corresponden a víctimas veracruzanas.
No por nada, Poza Rica y sus alrededores se convirtieron en símbolo de esa desgracia. El Gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum se ha movilizado como nunca en su primer año para atender a damnificados que no verán pronto eso llamado normalidad.
Este tipo de contingencias ponen a prueba a las instituciones, a quienes están a cargo de las mismas en todos los niveles y, desde luego, a las comunidades, que se llevan la peor parte. Estas tienen derecho al auxilio y también a conocer la verdad de lo ocurrido.
A diferencia de lo que cree Rocío Nahle, elegida gobernadora de Veracruz en 2024, la sociedad en México es capaz de hacer varias cosas a la vez. Por ejemplo, movilizarse para ayudar y exigir deslinde de responsabilidades. Un rosario de tragedias acreditan tal capacidad.
Nahle preferiría una realidad donde ni caiga agua en demasía ni preguntas de la prensa que recogen expresiones ciudadanas. Para la exsecretaria de Energía, el poder se ejerce sin escuchar; y si alguien habla, merece desprecio e improperios disfrazados de solemnidad.
“A Veracruz se le respeta”, dijo la gobernadora el lunes mientras le preguntaban en una rueda de prensa por cuestionamientos sobre sus colaboradores de Protección Civil. “Este pueblo merece respeto y su gobernante también, y Veracruz no es carne para la carroña. Así se los pongo. Cómo es posible que en plena emergencia, que en plena contingencia, aflora lo peor de un sectorcito. Por eso hay un sistema democrático y por eso vamos a las urnas y no estoy para darle contentillo a carroñeros. Y con esto concluyo”.
La única duda con las frases emitidas por Nahle es si va a proponer que sean elevadas a estatuto partidista o de Gobierno. O ambas, para qué andarse con pichicateces. Se puede llamar la enmienda Nahle: “Morena gobierna así: ‘callad, carroñeros, respeten al (la) gobernante”.
Si no hubiera decenas de familias en duelo y miles de damnificados que perdieron techo y sustento, Nahle sería digna de un sketch sobre cómo la izquierda perdió el rumbo de la dignidad en el cargo y la brújula de quién responde a quién en un sistema democrático.
Permiso para cuestionar, gobernadora que exige respeto a la gobernante que minimizó el día uno la crecida del río. Los cables cruzados de la rendición de cuentas: quien gana en las urnas goza de inmunidad ante cuestionamientos verbales, ni qué decir los jurídicos.
Porque estas palabras de la gobernadora Nahle llegaron luego de otro cuestionamiento, de una pregunta sobre una iniciativa ciudadana que anuncia la búsqueda de firmas para ver si somete a la gobernadora a revocación de mandato, eso que tanto promovía Morena.
“Está bien, ahí que se entretengan”, dice prontamente Nahle ante esa pregunta. Acto seguido, personas en la sala de prensa ríen. ¿Risas de nervios ante la exhibición de poder desbordado?, ¿es que se asumen bufones de la soberana y festejan gracejadas?, ¿es porque le temen?
Hay que agradecerle a Rocío Nahle la franqueza. Es diáfana y sincera cuando manda a pasear la noción de que comparece ante la prensa para responder las inquietudes y demandas ciudadanas. Todo lo contrario.
Quienes cuestionan: sectorcito.
Preguntar en medio de la tragedia: es de carroñeros.
Cuestionar si su administración estuvo a la altura de las circunstancias antes y durante la contingencia: no estoy para darle contentillo a carroñeros.
Más que cualquier otro discurso, incluidos los de la presidenta Sheinbaum, que no ha descalificado a Nahle, como antes no descalificó la probada deriva censora de Layda Sansores, aquí se teje la nueva cultura. Respeto. Sumisión. Silencio. Sectorcito. Carroñeros.
El humanismo mexicano, que así le pusieron, lo mismo incluye a Rubén Rocha llamando en un acto oficial “meserita” a una colaboradora que defiende a quien, tras siete años de dirigir el Fondo de Cultura de México, regatea calidad a escritoras mexicanas.
Nahle es punta de lanza. Cuando le dijo al país, y al mundo —porque lo que pasa en Veracruz no se queda en Veracruz—, que una maestra secuestrada por criminales murió de infarto, no de tortura y maltrato de extorsionadores, lo único que la gobernadora espera es que, agradecidos, acatemos.
Ganaron y así mandan. “Les guste o no”, palabras textuales de Nahle, tras la indignación por su insensibilidad ante la vejación de la maestra taxista jubilada…

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