
La forma como se ha hecho la campaña contra los factureros pierde credibilidad cuando se hace de manera selectiva, donde a unos se castiga y a otros se premia al no voltearlos a ver.


No existe ningún rastro público en el Departamento de Estado de la susodicha conversación entre Juan Ramón de la Fuente y Marco Rubio.
Opinión27 de enero de 2025 Raymundo Riva Palacio
El miércoles pasado, al arrancar su mañanera, la presidenta Claudia Sheinbaum informó que, la víspera, el secretario de Relaciones Exteriores, Juan Ramón de la Fuente, había iniciado conversaciones con el secretario de Estado Marco Rubio. “Fue una muy buena conversación, muy cordial”, dijo Sheinbaum. “Se habló de temas de migración, de temas de seguridad. Es muy importante que todos lo sepan”. En efecto, después de haber estado congelado el gobierno mexicano por el equipo del entonces presidente electo Donald Trump, la noticia era muy positiva, sobre todo si, como afirmó, “la primera que hizo fue a México”.
Pero hay una duda razonable: ¿es cierto que De la Fuente habló con Rubio? No hay nada que soporte la afirmación de la Presidenta, salvo los dichos del canciller. Agustín Gutiérrez Canet, excorresponsal en Washington y con larga carrera en el Servicio Exterior, planteó el viernes en una entrevista que la escasa información de la conversación podría deberse a un acuerdo secreto entre los dos países, como el que pactaron Marcelo Ebrard y Mike Pompeo en 2018. La hipótesis es válida, aunque difícilmente una negociación de este tipo habría sido telefónica. Otros elementos dejan bajo fuerte sospecha la existencia de esa llamada telefónica.
La afirmación de Sheinbaum de que fue a México la primera de Rubio el martes 21 es cuestionable, porque el registro público de las reuniones y las llamadas de Rubio publicadas en la página en línea del Departamento de Estado muestra que la primera comunicación telefónica que tuvo el canciller estadounidense fue con el ministro de Asuntos Externos de Filipinas, el miércoles 22. Rubio tuvo cuatro llamadas más con sus contrapartes de Canadá, Indonesia, Emiratos Árabes Unidos y Corea del Sur. También habló ese día con el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, y luego con el príncipe heredero y canciller de Arabia Saudita, Mohammed bin Salmán Al Saud. En medio de estas dos habló simultáneamente con el “presidente legítimo” de Venezuela, Edmundo González, y con la lideresa de la “oposición democrática”, María Corina Machado.
El jueves 23 tuvo Rubio otra intensa actividad de llamadas telefónicas con los cancilleres de Turquía, Costa Rica, Polonia, Israel y Egipto, así como con el jefe de la OTAN. Y el viernes 24, al cierre de su primera semana como secretario de Estado, habló con los ministros de Asuntos Exteriores de China, Vietnam, Dinamarca, Lituania, Letonia, Yemen y, la última de la semana, con el de Nueva Zelanda.
La llamadas de Rubio son una aproximación a los intereses estratégicos de Estados Unidos, como fue la reunión presencial que tuvo el martes con los ministros del Exterior de Australia, India y Japón, con quienes forma el Grupo Quad (de cuadrilátero), cuyo principal objetivo es cuidar la prosperidad y la democracia en la región Indo-Pacífico, poco después de jurar como secretario de Estado, dirigir un mensaje a todos los trabajadores de la cancillería y conceder tres entrevistas a la televisión.
La prioridad en el arranque de su gestión como el jefe de la política exterior de la administración Trump, quedó claro en un mensaje al personal del Departamento de Estado, serán la migración y la seguridad, los temas que mencionó Sheinbaum trataron Rubio y De la Fuente durante su ‘cordial’ plática. La descripción de la conversación, sin embargo, no coincide con el espíritu del discurso de Rubio sobre las prioridades estadounidenses inmediatas, ni su primer viaje al extranjero.
“Primero –dijo Rubio–, debemos reducir la inmigración masiva y asegurar nuestras fronteras. El Departamento de Estado no emprenderá ninguna acción que facilite o anime la inmigración masiva. Nuestras relaciones diplomáticas con otros países, particularmente con América Latina, priorizarán el aseguramiento de las fronteras de Estados Unidos, deteniendo la migración ilegal y desestabilizadora, y negociando la repatriación de los inmigrantes ilegales”. México sostiene que no hay inmigración masiva y se ha preparado para frenar en tribunales la repatriación de indocumentados, que, por cierto, hasta ahora ha sido un fracaso.
Rubio viajará esta semana a El Salvador, Guatemala, Costa Rica, República Dominicana y Panamá. El foco en los cuatro primeros será la migración, y los ojos en Panamá estarán puestos en los temas relacionados con el canal. La línea que empujará Rubio en la región probablemente se centrará en la conversación que tuvo con el canciller tico, Arnoldo André, que, de acuerdo con la declaración pública sobre la llamada telefónica, además de la migración, busca construir un esquema de seguridad ante las amenazas externas y frenar a las organizaciones criminales trasnacionales que “aterrorizan a nuestros países”.
La versión de la llamada con De la Fuente cobró verosimilitud por la referencia a vuelo de pájaro que hizo Trump sobre México durante una videoconferencia en el Foro Económico de Davos, donde su señalamiento de que estaba lidiando con México “muy bien” y que querían que tratara a Estados Unidos “de manera justa” se difundió en los medios como el que la relación bilateral estaba “muy bien”, aunque la frase estaba en el contexto comercial, y lo único que ha hecho es amenazar con aranceles si no frena México la migración y el tráfico de fentanilo, e intercambiar mensajes con Sheinbaum a través de los medios.
No existe ningún rastro público en el Departamento de Estado de la susodicha conversación telefónica entre los cancilleres, y hasta ayer no había ningún comunicado en Washington sobre la presunta llamada, lo que es atípico en el contexto del despliegue comunicacional que hizo la oficina de Rubio, que difundió los detalles generales de las 17 llamadas telefónicas con cancilleres, además de otras dos con jefes de Gobierno, con el secretario general de la OTAN y con los opositores venezolanos, además de su reunión con el grupo Quad.
Un funcionario del Departamento de Estado, que fue consultado el viernes pasado sobre si Rubio había hablado con De la Fuente o con cualquier otro funcionario del gobierno de México, respondió: “No tenemos ningún comentario y nada que confirmar hasta este momento”. De la Fuente tiene que aportar más información para disipar las dudas sobre su palabra, y sobre todo dar la certeza de que no engañó a la presidenta.

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