La Feria. La invención de la realidad

AMLO ha construido símbolos para cimentar la idea de una grandeza recobrada, proyectos que hablan tanto de nacionalismo como de vigor gubernamental.

Opinión05 de agosto de 2024 Salvador Camarena
Salvador Camarena
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En noviembre de 2018, Enrique Peña Nieto fue a Guadalajara a entregar la Línea Tres del Tren Ligero de la capital jalisciense. Era una farsa. A ese transporte le tomaría otros 20 meses comenzar a rodar.

Además, no se habría terminado sin la decisión de Andrés Manuel López Obrador, quien también recogió el tiradero peñista del tren Toluca-CDMX; y a pesar de todo el apoyo no quedará este sexenio.

Pero cuando EPN puso una placa conmemorativa en esa línea del tren ligero, nadie creía –seguro ni él mismo– en lo que estaba haciendo.

Y no sólo porque eran los estertores de un sexenio particularmente fallido al hacer y al comunicar, sino porque la realidad contradecía abrumadoramente el intento propagandístico del mexiquense.

No pasa lo mismo con el actual sexenio, donde el Presidente se da el lujo, por ejemplo, de inaugurar dos veces la refinería Dos Bocas, que luego de haber sido declarada lista en 2022 este sábado fue de nuevo festejada como gran logro de la administración López Obrador.

El viernes una funcionaria queretana presumió en redes que había escapado de la oficina porque en ese día las peticiones ciudadanas resultan particularmente molestas. Ante su declarado abandono laboral, sus jefes la echaron.

No cambié de tema. Una reacción así, el despido de una funcionaria que encima motu proprio publica su deliberada irresponsabilidad, nunca fue la norma en los gobiernos anteriores, para nada lo es hoy en los de oposición, pero es muy, muy rara en los de Morena.

El despido de la quejumbrosa supone que sus jefes entienden que hay una contradicción entre la oferta que promueven –un gobierno de profesionales dedicados, por ejemplo– y la descarada actitud de la hoy desempleada.

En Morena recurren a una lógica distinta. Sin empacho repiten la apertura en Dos Bocas cuando ni siquiera hay certeza de que incluso en ésta, la segunda ocasión, ya produce gasolinas. Qué importa la contradicción entre realidad y discurso cuando éste es poderoso.

AMLO ha construido símbolos para cimentar la idea de una grandeza recobrada, proyectos que hablan tanto de nacionalismo como de vigor gubernamental, obras que la gente pondera muy por encima de sus eventuales virtudes, y no se diga de sus evidentes defectos.

Dos Bocas ya costó, sin haberse terminado del todo y sin que ya esté funcionando debidamente, más del doble de lo programado. Para subrayarlo: la planta resultará al menos cien por ciento más cara de lo que el Presidente prometió y comprometió.

A pesar del enorme sobrecosto Palacio Nacional no está en crisis de credibilidad, ni siquiera tiene la actitud de quien padece una tormenta de cuestionamientos por la falla presupuestal y la tardanza: actúan como quien dice sí, no funcionará antes de octubre, y qué.

En enorme contraste con el caso de la mediana funcionaria queretana, nadie pagará los platos rotos: tan es así que la encargada de medio construir Dos Bocas recibió de premio la candidatura al gobierno de Veracruz, mismo que asumirá en cosa de semanas.

Inventar una realidad básicamente mediática es el principal logro de este sexenio. Utilizó para ello todo tipo de ardides, incluso los ilegales (como cuando intentó socavar la credibilidad de sus críticos divulgando información privada).

Esa letanía que se basa en obras de relumbrón o en la prestidigitación de los “otros datos” ha sido un éxito. Ese logro, sin embargo, no está exento de costos.

Claudia Sheinbaum estuvo el sábado en Dos Bocas. Ya conoce de cerquita al elefante blanco que, doblemente inaugurado, le heredan en octubre. Suerte con llevarlo a un eficiente funcionamiento, más allá del discurso.

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