
Estrictamente Personal. Claudia no entiende a Donald
Donald Trump le tiene tomada la medida a la presidenta. Claudia Sheinbaum, en cambio, no parece entenderlo, ni su gobierno ha decodificado lo que está sucediendo en la relación bilateral.
Sheinbaum va perdiendo la batalla, no por falta de recursos, sino porque es parte de su compromiso con López Obrador: cuidar a sus leales y evitar un daño, como lo cree, al movimiento de la ‘cuatroté’.
Opinión13 de agosto de 2025 Raymundo Riva PalacioAparentemente atada de manos, la presidenta Claudia Sheinbaum hizo lo que tenía a su alcance como medida preventiva para que los escándalos por los viajes y lujos en los que se han visto involucrados personajes de Morena no le peguen a su gobierno. Después de que fue visto en un lujoso hotel de Lisboa Mario Delgado, el secretario de Educación, exigió a su gabinete que debían actuar sin excesos ni exhibicionismos, porque podrían ser despedidos. Sheinbaum está tratando de corregir la prepotencia y arrogancia que está caracterizando al segundo piso de la ‘cuatroté’, aunque sus posibilidades reales de hacerlo de manera integral son limitadas.
La decisión de Sheinbaum es consecuencia del escándalo generado por las fotografías de personajes de Morena que gozaron de vacaciones de millonarios en Europa, y las de Andrés López Beltrán, secretario de Organización del partido, en Japón. Aunque en el caso de los políticos en Europa fue un trabajo del Centro Nacional de Inteligencia para exhibirlos, los excesos que revelaron las comparaciones de los costos de hoteles superaron el objetivo de meramente ponerlos en una vitrina para debilitarlos. Inesperadamente, le abrió una oportunidad para beneficiarse políticamente.
Fue un golpe tan bien centrado, que se generaron las condiciones que le habrían facilitado cambiar a los quintacolumnas que tiene enfrente: a Ricardo Monreal, como coordinador de los diputados de Morena, que se fue de fiesta a Madrid con el vicecoordinador de los legisladores, Pedro Haces, y, por razones diferentes, sustituir al coordinador de Morena en el Senado, Adán Augusto López, envuelto en un escándalo sobre su presunta participación con el crimen organizado. Pero en ningún caso, pese a su desprestigio público, procedió.
Sheinbaum parece impedida de hacer algo contra ellos, o contra Andy López Beltrán, porque, como ha confiado en privado, sería un acto de deslealtad contra el movimiento de su mentor, el expresidente Andrés Manuel López Obrador, bajo la lógica de que la unidad debe prevalecer por sobre todas las cosas a favor del régimen. No es lo que piensan, sin embargo, a quienes les ha perdonado la vida política.
Como si su estufa no tuviera suficientes fierros calientes, Sheinbaum enfrenta la rebelión de las figuras que le heredó López Obrador, que es cristalina por su abierto rechazo a hacerle caso en su llamado a la prudencia y el sentido común en sus derroches. Ella pide una cosa y el grupo de leales a López Obrador la ignora. Critica sus acciones frívolas, que bajo los estándares fijados por el propio presidente emérito son desmedidos, y le responden de manera grosera. La presidenta va perdiendo la batalla… porque quiere, pues sí podría sofocar la rebelión.
Sheinbaum ha buscado cuidar al máximo a López Obrador, por lo que no va a actuar contra las piezas que más le estorban, el senador López y Monreal. El primero no sólo la ignora, sino que la maltrata. Con el segundo, la comunicación es menos ríspida, pero no más eficaz. Urgirles que no la contradigan en público, como les ha pedido, no es un acto que corresponda a su investidura, que tampoco ellos respetan.
En el caso de López Beltrán, el caso es más delicado por la vieja relación que tienen, pero, a la vez, por esa misma razón, más abusivo de su parte al hacer a un lado lo que debería de ser un comportamiento institucional y reconocer el papel que ambos juegan. Sheinbaum no ha hablado directamente con él, sino a través de la presidenta de Morena, Luisa María Alcalde, para decirle que tuviera más cuidado por el daño que causa no sólo al movimiento, sino a su padre. Su respuesta fue su desafortunada carta, una medicina peor que la enfermedad.
El problema con el exhibicionismo de funcionarios y políticos de Morena se incrementó, paradójicamente, después de que enviara un decálogo al Consejo Nacional del partido recomendando exactamente lo contrario. Pero en las tres últimas semanas pareciera que todo se hubiera desbocado. Sheinbaum no tiene control alguno con nadie que no esté bajo su mando directo. Por ejemplo, cuando le pidió que controlara las fanfarronerías –no fue la palabra que usó–, el senador Gerardo Fernández Noroña la ignoró.
La última molestia de Sheinbaum fue por los lujos, la ropa, las joyas y los relojes del presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Gutiérrez Luna, y de su esposa, la también diputada Karina Barreras, mejor conocida como “Dato Protegido”, que han tenido el mismo tipo de actitudes déspotas y cínicas que se están convirtiendo en una característica indisoluble de los políticos de Morena.
Su enojo se vio reflejado en todas las plumas controladas por su coordinador de asesores, Jesús Ramírez Cuevas, que las alineó para criticar y fustigar a los exhibicionistas y al senador López. Sheinbaum no lo hizo abiertamente –aunque sus comentarios al respecto siguen siendo duros contra ellos–, pero la sincronización del establo de plumas oficialistas fue el mensaje.
No obstante, Sheinbaum va perdiendo la batalla, no por falta de recursos, sino porque es parte de su compromiso con López Obrador: cuidar a sus leales y evitar un daño, como lo cree, al movimiento de la ‘cuatroté’. Sin embargo, el daño que piensa evitar está afectando su gestión como presidenta, porque crece la percepción de que no puede, que está subordinada a Palenque y maniatada políticamente.
La presidenta podría sofocar la rebelión, porque quien tiene la banda presidencial es ella, no López Obrador. Presidentes anteriores se desmarcaron de sus predecesores sin atacarlos, con golpes quirúrgicos, como José López Portillo con Luis Echeverría; Miguel de la Madrid con López Portillo; Ernesto Zedillo con Carlos Salinas, y Salinas mismo con el líder petrolero Joaquín Hernández Galicia, La Quina, y el banquero Eduardo El Bayo Legorreta.
Sheinbaum no está en esa lógica y está dejando escapar la oportunidad de empezar a sacudirse el lastre heredado. No ha podido transmitirle a López Obrador que el éxito de su gobierno será el de la ‘cuatroté’, y que su fracaso será el de todo el movimiento. Más allá de esto, Sheinbaum necesita quitarles la inmunidad, quiera él o no, porque no sólo se está arriesgando a convertirse en su cómplice, sino a tirar por la borda su futuro.
Donald Trump le tiene tomada la medida a la presidenta. Claudia Sheinbaum, en cambio, no parece entenderlo, ni su gobierno ha decodificado lo que está sucediendo en la relación bilateral.
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Sheinbaum va perdiendo la batalla, no por falta de recursos, sino porque es parte de su compromiso con López Obrador: cuidar a sus leales y evitar un daño, como lo cree, al movimiento de la ‘cuatroté’.