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Si Sheinbaum quiere atajar las arbitrariedades de Trump, tiene varios caminos. Uno es escuchar lo que está pidiendo, acciones contra políticos de Morena vinculados a los cárteles.
Opinión05 de marzo de 2025 Raymundo Riva Palacio
La imposición de aranceles del 25% a México por parte de Estados Unidos lleva en este momento a dos escenarios: el final del acuerdo comercial norteamericano y la recesión en México. Ambos son altamente negativos para el gobierno de Claudia Sheinbaum, que sigue mezclando la política populista, como anunciar la respuesta al presidente Donald Trump el próximo domingo en un mitin en el Zócalo, con el trabajo de fondo para librar esta crisis que puede afectar al nuevo régimen porque la fusión de los escenarios lo dejaría sin dinero para alimentar la maquinaria electoral a través de los programas sociales. Sheinbaum coincidió con Canadá y China en que respondería con medidas de retaliación, pero a diferencia de ellos, no entró en detalles hasta, quizás, en seis días.
Sheinbaum abrió un lapso para negociar con Trump directamente, si es que el jueves, como espera, le toma una llamada para conversar. Se puede interpretar como una acción prudente, aunque si se ve su actuar en estas semanas, también puede argumentarse que no ha sabido cómo enfrentarlo. Su prudencia, temple y sangre fría, como reiteró la víspera citando a Kalimán, un personaje de tira cómica, no ha funcionado, y hoy parece más una actitud medrosa que una estrategia calculada de jefa de Estado. Justin Trudeau, primer ministro de Canadá, se enfrentó con Trump, y el arancel fue el mismo. El presidente chino Xi Jinping optó por el silencio, y el trato fue igual.
Sheinbaum le dio concesiones a Trump, como el envío de 10 mil soldados a la frontera norte, y un cambio no solicitado, como el destierro de 29 narcotraficantes la semana pasada a Estados Unidos, algunos con viejas solicitudes de extradición, otros sin ellas, y unos más que apenas iban a empezar sus procesos judiciales. Envió a todo su gabinete de seguridad —salvo la secretaria de Gobernación— y al secretario de Economía a Washington, sin ningún resultado concreto, a fin de que la pausa de un mes para convencer de sus esfuerzos para combatir el tráfico de fentanilo, la migración y el fin de la “intolerable alianza” del gobierno con los cárteles de la droga, pudiera persuadir a Trump y ampliar la prórroga.
Este antecedente es lo que hace dudar de Sheinbaum, sobre si el tiempo que quiere ganar para negociar con Trump realmente vaya en ese sentido y no a una claudicación. Lo veremos en unos días, tras la esperada llamada con Trump. De ella, si se efectúa o no, dependerá lo que anuncie el domingo. Ayer dijo que tenía preparadas medidas arancelarias y no arancelarias, que en su conjunto forman un buen paquete para concertar. Hasta ahora, la estrategia de negociación ha sido más para satisfacer al cliente, Trump, escuchar qué quiere y ver qué tanto puede hacer para que esté complacido. Este puede ser el momento de abandonar la pasividad y actuar de manera proactiva, entendiendo la asimetría de la relación.
De todas aquellas naciones y regiones donde está imponiendo aranceles, México es el más golpeado. De acuerdo con un análisis de Goldman Sachs, con el 25% de tarifas, el impacto para México alcanza los 501 mil millones de dólares, casi 100 mil millones más que Canadá, más de 130 mil millones que China y el 80% de lo que le costaría a toda la Unión Europea. En cambio, el impacto en Estados Unidos podría decirse que sería casi marginal. Incluso, aunque la inflación tendría un incremento en este año, a partir de enero de 2026 comenzaría a bajar, reflejando lo que dijo hace meses el actual secretario de Comercio, Howard Lutnick, que los aranceles tendrían un impacto en inflación y desempleo, pero que en el mediano plazo cedería. El cálculo de Trump y su equipo es que el beneficio es mucho más alto que el costo.
Sheinbaum dice que responderá aranceles con aranceles, para lo cual existe hace años un análisis en la Secretaría de Economía que muestra en qué estados y ciudades elevar un arancel costaría políticamente más, según el partido que esté en la Casa Blanca. También anticipó que habría acciones no arancelarias, que podrían enfocarse en el área de servicios, como, por ejemplo, según un experto, cancelar operaciones en México de empresas que provean servicios a las armerías, de donde sale el 75% de las armas para los cárteles de las drogas.
Opciones tiene en materia comercial, pero hay un problema de fondo. Los aranceles corren por una vía lateral que tiene que ver con el fentanilo y la relación de funcionarios mexicanos con el crimen organizado. Howard Lutnick lo reiteró ayer mismo en una entrevista de televisión: “No se trata de una guerra comercial. Se trata de una guerra contra las drogas”.
Esto es evidente en la hoja de datos que dio a conocer la Casa Blanca sobre las razones de Trump para imponer aranceles. “Las organizaciones de narcotraficantes mexicanas, las mayores traficantes de fentanilo en el mundo operan sin obstáculos debido a la intolerable relación con el gobierno de México”, señaló Trump, hablando en presente. Afirmó que el gobierno de México ha proporcionado un santuario para los cárteles, que los cárteles son conocidos por su brutalidad extrema, que son los principales introductores de fentanilo ilegal a Estados Unidos y a Canadá, y que su violencia, incluidos drones armados y dispositivos caseros con explosivos, cada vez se acercan más a la frontera con Estados Unidos y más dispuestos a atacar a soldados y policías mexicanos.
El diagnóstico es devastador para el gobierno mexicano. Sheinbaum lo calificó como “ofensivo, difamatorio y sin sustento”, palabras que poco importan en la Casa Blanca.
La presidenta ya debe haber reconocido que lo que ha hecho hasta ahora es insuficiente.
Si quiere atajar las arbitrariedades de Trump, tiene varios caminos, además de los económicos. Uno es escuchar lo que está pidiendo —acciones contra políticos de Morena vinculados a los cárteles—, y otro es dejar las adivinanzas y actuar como lo hacen otras naciones, con solidez y firmeza de hecho, no de palabra, sin juegos de espejos mañaneros, y reaccionar proporcionalmente, no para entrar en guerra con el gobierno estadounidense, sino plantarse con dignidad verdadera e inteligencia.

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Lo que se vio en estas dos semanas fue una paliza a la presidenta Claudia Sheinbaum y al régimen en el principal ecosistema de la política actual: las redes sociales.

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