
La presidenta Claudia Sheinbaum premia a una colaboradora de antaño como Esthela Damián que habrá de tener como única agenda, y absolutamente nada más, la que la mandataria decida.
Claudia Sheinbaum es aplaudida por el giro que ha dado a su equipo titular. Se considera, en términos generales, que apuesta más por la técnica y menos por la ideología.
Opinión18 de julio de 2024 Salvador Camarena
Hoy es jueves de gabinete. El anuncio ocupará titulares y columnas; sin embargo, es debatible cuánto poder real de las secretarías reside en los nominados.
Un gabinete semeja una pirámide. En la cúspide está quien se gana el lugar de honor, pero los niveles que la soportan son cruciales para la solidez de la mole.
La presidenta tiene la potestad de poner y quitar a los del nivel inmediato, en ell@s basará su poder y eventualmente el control de procesos y proyectos.
Decir “eventualmente el control” no supone una descalificación específica a la autonomía de la próxima presidenta. Tiene que ver con dos factores recurrentes, el estructural y el político.
Cuánto daño ha hecho la caricatura del viejo régimen como uno donde el presidente era una mezcla de rey Midas y mago. Cierto, podía convertir en millonarios a parientes y amigos, pero la efectividad de su varita mágica es un mito.
Demasiadas veces los grandes deseos institucionales o programáticos, ya no digamos económicos, del emperador sexenal resultaron ratoncitos sacados con fórceps de los montes, o de plano elefantes blancos que el siguiente gobierno simplemente dejaba morir.
Así que la presidenta propone, y muchos factores (entre ellos una burocracia en la que las administraciones nunca han invertido para profesionalizar y al contrario engordan con cuotas y cuates) disponen lo que será el sexenio.
Pero el otro factor, el político, no es menor a la hora de explicar lo que lastra de disfuncionalidad al equipo gubernamental que, Peña dixit, no se amanece diario queriendo joder a México.
Así como la “presidencia imperial” estaba lejos de ser cien por ciento exitosa en términos de eficiencia y eficacia, de la misma manera el entusiasmo que suscitan los nombres del gabinete (ahora y en el pasado) son más un juego de grilla y medios que otra cosa.
Si no hay sorpresas de última hora, hoy quedará la alineación titular de la presidenta Claudia Sheinbaum, pero falta mucho para hacer una real radiografía de su gabinete. Tanto que el martes el presidente nos recordó que las vencidas dentro del obradorismo están al 100.
La presidenta es aplaudida por el giro que ha dado a su equipo titular. Se considera, en términos generales, que apuesta más por la técnica y menos por la ideología. Como un aggiornamiento, porque no les gusta la palabra corrección, de eso de AMLO de “lealtad mata experiencia”.
El ambiente está permeado por la famosa luna de miel, ese enorme beneficio de la duda a quien llega; algo de esa actitud es rutinaria (el quedabién sexenal), mas hay una novedad: muchos creen que ido AMLO, el peor gabinete quedó atrás.
Sin demeritar el esfuerzo de la virtual presidenta electa por hacer un equipo más presentable (en general), no olvidemos tres cosas:
-El que viene no será un sexenio estilo viejo PRI. Es, a diferencia del pasado, la deliberada continuación del cambio de régimen. Así que quienes esperan ruptura o distancia, pueden llevarse un frentazo (otro).
-Las y los nombrados no tendrán, para empezar, total libertad de parte de Claudia para elegir a sus subalternos. Ella pondrá ahí a gente que tiene que poner (por negociaciones políticas o equilibrios), no necesariamente que desea poner.
-Y AMLO quiere que cuadros suyos permanezcan. Y el martes ya le endilgó abiertamente tres en Salud. Nomás.
Ahora sí, vengan hoy los nombres de Turismo, Cultura y Trabajo. Pero para saber exactamente cómo será el gobierno de Sheinbaum, falta mucho.
Así como el diablo está en los detalles, no pocas veces el control gubernamental no lo tiene el titular de un ministerio, sino subsecretarios, oficiales mayores, etcétera. Menos vistosos, mas no necesariamente menos importantes.

La presidenta Claudia Sheinbaum premia a una colaboradora de antaño como Esthela Damián que habrá de tener como única agenda, y absolutamente nada más, la que la mandataria decida.

Lo que está en juego no es sólo la relación entre una presidenta y su mentor político. Es la posibilidad de que México tenga, por primera vez en siete años, un gobierno que no dependa del caudillo para tomar decisiones.

El sexenio está mudando de piel a una cosa donde se celebran “siete años” de lo mismo. Eso no despresuriza. Puede que desde el régimen sea algo deliberado, un intento de avasallar por agotamiento al no permitir refresco sexenal, ni anual.

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La presidenta Claudia Sheinbaum premia a una colaboradora de antaño como Esthela Damián que habrá de tener como única agenda, y absolutamente nada más, la que la mandataria decida.

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