
La presidenta Claudia Sheinbaum premia a una colaboradora de antaño como Esthela Damián que habrá de tener como única agenda, y absolutamente nada más, la que la mandataria decida.


México no va a ser rescatado por Omar Garcia Harfuch. Ni él puede solo. Menos aun si los incentivos políticos-criminales se alinean en contra de su éxito como secretario.
Opinión03 de noviembre de 2025 Salvador Camarena
Hace días en una reunión de carácter social se comentaban las posibilidades sucesorias de Omar García Harfuch. Véanlo entrar a un sitio público, se darían cuenta de que las mujeres votarían por él, dijo alguien. Y también los hombres, repuse yo.
El magnetismo político del secretario de Seguridad trasciende divisiones de género. Ya lo sienten presidenciable, y hasta codazos hay para tomarse la foto con él, como el penoso espectáculo en San Lázaro el lunes pasado.
En ocasión de la visita de García Harfuch a los diputados, Ricardo Monreal instigó a una legisladora para que desplazara a otra que estaba junto al secretario. Los videos evidencian que en el régimen no son tan armoniosos a la hora de posar junto a un tapado.
Luego, para tratar de apaciguar el oso, abrazando a ambas el diputado zacatecano dijo, entre risas, que eran “batichicas”.
No está el horno para detenerse en cómo su propio coordinador rebaja a representantes populares, ni cómo éstas, lejos de indignarse, festejaron la ocurrencia al punto que este sábado Gabriela Jiménez, la diputada que no pudo quitar a su colega, se disfrazó de… batichica.
Como es sabido, el apodo obedece a que sobre la persona de García Harfuch comienza a imponerse un personaje. México está sumido en tal caos y desprestigio institucional que, dicen, se requiere de un Batman. Y hay quien cree que Omar merece ese rol tipo cómic. Todo muy entretenido hasta que la noche del sábado desde Uruapan balas asesinas recordaron al país, no a Ciudad Gótica, que la cosa no está ni para cuentos ni para infantileces tipo creer en Bruce Wayne.
Ahora sí, dónde están las batichicas y los batichicos luego del asesinato del Carlos Manzo, el mediático alcalde independiente de Uruapan que demandó al gobierno federal, incluida la presidenta Claudia Sheinbaum, más acción en contra del crimen organizado.
Manzo no confiaba en la policía estatal, lo dijo desde que era diputado federal, y su seguridad, explicó este domingo el secretario Harfuch, estaba a cargo de un grupo municipal y de catorce agentes de la Guardia Nacional. Ambos escudos le fallaron al edil, y a México.
La sangre de Manzo fue derramada horas después de que muriera violentamente un pariente más de Hipólito Mora, líder de autodefensas michoacanas asesinado en 2023. Y a 12 días de la ejecución del citricultor Bernardo Bravo, quien también reclamó al gobierno federal.
Para este domingo la agenda de la presidenta marcaba cero actos públicos. El crimen organizado tenía otros planes. Claudia Sheinbaum tuvo que recibir ayer a su gabinete de seguridad. Muestra mínima de reacción ante el megadesafío criminal de matar a Manzo.
La conferencia de prensa posterior del gabinete de seguridad fue lamentable: la Defensa, por ejemplo, insistiendo en soltar cifras y datos que no palian la conmoción por lo que es palmario: la Federación dice numeralias, la realidad es que le mataron al alcalde.
Porque se requerirá de mucho más que una fotografía de la presidenta Sheinbaum y de una promesa de cero impunidad para acallar el dolor de una comunidad, la michoacana, y el estupor de un país que ve que quien alza la voz recibe evasivas de Palacio y balas de criminales.
Batichicas y batichicos: dado que la diputada Jiménez dijo que son millones quienes aceptan ese mote para ayudar a Harfuch, es hora de dar un paso al frente; dejen de hacer chistosadas en San Lázaro y visiten Uruapan o Apatzingán… y Mazatlán o Álamos Veracruz.
Mientras se deciden, hoy la única pregunta sin respuesta es quién sigue. Qué líder de la sociedad civil, qué madre buscadora, qué taxista jubilada, qué periodista, qué defensor de la tierra o qué alcalde es el próximo en caer muerto por decisión del verdadero poder en México.
En lo que esa respuesta llega (en su versión semanal, claro está, porque por desgracia seguirían muchos), consecuentemos el chiste de las diputadas y a los diputados –y los senadores lo mismo, ¿se fijaron que la oposición desaparece aún más cuando Harfuch va al Senado?– y preguntémonos: ¿dónde están batichicas, batichicos, cuándo visitan Tijuana o Colima, o Cuautla, o Culiacán o…?
México no va a ser rescatado por Harfuch. Ni él puede solo. Menos aun si los incentivos políticos-criminales se alinean en contra de su éxito como secretario, lo que sería una nefasta consecuencia del avorazamiento de ya verlo presidenciable.
Si el gobierno entendiera que es hora de convocar a todos, de no creer en batichicas y batichicos.
Esa es otra de las grandes dudas del momento: cuándo comprenderá la jefa de Omar que el sexenio se le puede ir en reaccionar cada que le maten a un prominente mientras insiste en su éxito y en no escuchar a los que no son morenistas. Cada quién sus mitos.

La presidenta Claudia Sheinbaum premia a una colaboradora de antaño como Esthela Damián que habrá de tener como única agenda, y absolutamente nada más, la que la mandataria decida.

Lo que está en juego no es sólo la relación entre una presidenta y su mentor político. Es la posibilidad de que México tenga, por primera vez en siete años, un gobierno que no dependa del caudillo para tomar decisiones.

El sexenio está mudando de piel a una cosa donde se celebran “siete años” de lo mismo. Eso no despresuriza. Puede que desde el régimen sea algo deliberado, un intento de avasallar por agotamiento al no permitir refresco sexenal, ni anual.

La forma como se ha hecho la campaña contra los factureros pierde credibilidad cuando se hace de manera selectiva, donde a unos se castiga y a otros se premia al no voltearlos a ver.

La Ciudad de México, como en los 60 y 70, se volvió en el campo de batalla en la Guerra Fría. En aquellos años, todos los servicios de inteligencia comunistas operaban en México y realizaban acciones encubiertas contra EU.





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