José Mujica, expresidente de Uruguay y líder de izquierda, muere a los 89 años

Fue coherente con la sencillez que predicaba, renunciando al sueldo y al patrimonio presidenciales, al tiempo que introducía políticas para cumplir su promesa de beneficiar a los ciudadanos.

Política14 de mayo de 2025 The New York Times
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José Mujica, expresidente de Uruguay, antiguo guerrillero y una figura incondicional del liderazgo político de izquierda en América Latina, falleció el martes. Tenía 89 años.

El presidente Yamandú Orsi anunció la muerte de Mujica en un comunicado, en el que no se indicaba ni el lugar ni la causa de su muerte. Mujica dio a conocer que tenía cáncer de esófago en abril de 2024. Vivía en las afueras de Montevideo, la capital. “Presidente, militante, referente y conductor. Te vamos a extrañar mucho, Viejo querido”, escribió Orsi.

Conocido como Pepe, Mujica fue elegido presidente en 2009 a los 74 años, cuando una generación de gobiernos de izquierda latinoamericanos estaba perdiendo su esplendor populista. Aunque tenía fama de líder inteligente de la coalición progresista uruguaya, el estilo de gobierno informal de Mujica desconcertó a la clase dirigente.

Autodenominado anarquista filosófico, era conocido por su carisma desenvuelto, su escepticismo ante los excesos del capitalismo, su estilo de vida modesto y su intención de incorporar determinación y humildad al gobierno durante una época en la que la izquierda uruguaya estaba en ascenso.

Aunque a menudo sus ambiciones fueron mayores que su capacidad para cumplir sus promesas políticas, las leyes progresistas que fueron aprobadas por su gobierno merecieron elogios mundiales y allanaron el camino para que lo sucediera un aliado político de izquierda.

De oficio floricultor, Mujica abogaba por las comunidades rurales y era un consumado defensor de los ideales liberales. Convencido de que los líderes mundiales debían prescindir de la pompa del poder, él y su esposa, Lucía Topolansky, quien en ese momento era senadora, optaron por vivir en una casa de una sola planta en una parcela de tierra de labranza, en lugar de la finca presidencial dotada de personal. A veces se le podía ver manejando al trabajo en su Volkswagen Escarabajo celeste de 1987.

En su primer día como presidente, Mujica anunció que destinaría la mayor parte de su salario a ayudar a construir viviendas para los pueblos abandonados de Uruguay. No obstante, el llamado “presidente más pobre del mundo” veía de otro modo su posición. “No es pobre quien tiene poco, sino quien mucho desea”, dijo Mujica a The New York Times en 2013, citando al filósofo romano Séneca.

Durante el mandato de Mujica, que ocupó el cargo de 2010 a 2015, Uruguay se convirtió en el segundo país de América Latina en despenalizar el aborto y legalizar el matrimonio igualitario, y fue el primer país del mundo en legalizar y regular plenamente la marihuana. Su discurso sobre los males del consumismo desenfrenado fue casi tan impactante como su aspecto sorprendentemente informal: sin corbata, despeinado y cuidando de sus campos de crisantemos con su esposa y su perra de tres patas, Manuela.

Incluso en un país excepcionalmente comprometido con el liberalismo social y con un consenso entre partidos, Mujica fue un líder singular.

Como miembro del movimiento guerrillero Tupamaro a finales de la década de 1960 —un grupo que asaltó bancos y tomó rehenes estadounidenses para conmocionar un sistema político que se acercaba a una dictadura militar— pasó más de una década en prisión. Su esposa también había sido integrante del grupo.

Después de que él y otros guerrilleros tupamaros de alto rango fueron liberados de la cárcel en 1985, cuando la democracia había retornado al país, el grupo empezó a abrirse camino en la política establecida.

Los uruguayos se preguntaban si los antiguos guerrilleros serían capaces de cambiar las armas por un movimiento político más convencional. Mujica, como secretario general de los Tupamaros y sus diversas facciones, ayudó a negociar la entrada del grupo en la coalición de centroizquierda Frente Amplio, bajo el nombre de Movimiento de Participación Popular.

Su igualitarismo franco divergía del comportamiento tradicionalista de la clase política. Pero fue lo suficientemente astuto como para lanzar una amplia red retórica al tiempo que reafirmaba los objetivos socialistas del grupo.

“Ante todo somos políticos, no personas partidarias de la violencia o el terrorismo”, dijo en 1986 Mujica al Times. “Pero no vamos a complicarnos la vida de un modo que haga insostenible la libertad democrática”.

José Alberto Mujica Cordano nació el 20 de mayo de 1935 en Paso de la Arena, un barrio de la periferia de Montevideo. Estaba muy unido a su madre, Lucy Cordano, quien procedía de una familia de migrantes italianos y era vendedora de flores. Su padre, Demetrio Mujica, trabajaba como vendedor ambulante y murió cuando José tenía 7 años.

Se casó con su compañera de muchos años y camarada tupamaro, Topolansky, en 2005. La pareja no tuvo hijos. Su hermana, María, falleció en 2012.

Mujica era un joven a finales de la década de 1960 cuando se unió a los Tupamaros, inspirado por el movimiento revolucionario marxista del Che Guevara en Cuba. El grupo tomó las armas en respuesta a la crisis y a los años de inflación que afligían al país que llegó a ser conocido como la “Suiza de Sudamérica”. Los Tupamaros realizaron una serie de atracos a mano armada, incluido el robo de 6 millones de dólares en joyas y dinero para redistribuirlos entre la clase trabajadora. Al principio, los uruguayos aplaudieron la heroicidad.

Pero la violencia empezó a desbordarse. En 1970, Mujica recibió seis disparos en un enfrentamiento con la policía y fue enviado a prisión, fue una de las varias ocasiones en las que fue encarcelado. Ese mismo verano, el grupo secuestró a un asesor estadounidense, Dan A. Mitrione, y posteriormente lo asesinó cuando el gobierno uruguayo se negó a liberar a 150 presos políticos a cambio de la libertad de Mitrione. En uno de los actos finales del grupo, en 1971, más de 100 tupamaros, entre ellos Mujica, escaparon de la prisión por un túnel excavado en una casa cercana.

Cuando se produjo una brutal contrainsurgencia y una dictadura militar de derecha tomó el poder en 1973, muchos uruguayos culparon a la guerrilla. Mujica y otros altos cargos tupamaros fueron capturados por la policía y pasaron más de una década en régimen de aislamiento, a menudo fueron torturados.

   

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José Mujica, a la izquierda, y Mauricio Rosencof, a la derecha, fueron liberados como presos políticos el 14 de marzo de 1985. Formaban parte del movimiento guerrillero Tupamaro. Agencia Camaratres/Agence France-Presse — Getty Images

Mujica tenía 49 años cuando fue liberado e indultado en 1985. Tras ser uno de los primeros tupamaros en ser elegidos parlamentarios en 1994, inició una gira por las regiones del interior del país, de escasa población, haciendo incursiones entre los votantes de la izquierda política, a los que la mayoría de los funcionarios les prestaban poca atención.

Cuando cumplió su primer mandato en el Senado, ya era un dirigente de alto rango del Frente Amplio. El partido llegó al poder por primera vez en las elecciones generales de 2004, una derrota estrepitosa para los dos partidos centristas que habían dominado la presidencia desde la década de 1830. Fue un momento conmovedor de reconciliación política para los antiguos tupamaros.

Nombrado por el presidente Tabaré Vázquez como miembro de su gabinete para supervisar la política agrícola, Mujica dejó su impronta al reducir el costo de la costilla de ternera para que los uruguayos con menos ingresos pudieran permitirse este corte de carne de alta calidad.

Durante su etapa como ministro de Agricultura, Mujica trabajó estrechamente con Danilo Astori, el académico y poco sonriente ministro de Economía, a quien Vázquez favorecía como su sucesor en las elecciones presidenciales de 2009, con Mujica como compañero de fórmula. Pero, al final, fue el exguerrillero quien lideró la candidatura, con Astori como vicepresidente.

“¡Pobre Danilo! Le falta sex appeal”, le comentó más tarde Mujica a los periodistas, conocedor del atractivo de los políticos disidentes. En 2009, Mujica venció en segunda vuelta a un candidato de centroderecha y partidario del libre mercado.

Como presidente, Mujica continuó muchas de las políticas sociales y económicas del gobierno de Vázquez. Impulsó un plan para la transición del país a las energías renovables.

Su perfil global aumentó en 2014 cuando, meses antes de dejar el cargo, se ofreció a aceptar de Estados Unidos a seis detenidos que estaban recluidos en la bahía de Guantánamo, en Cuba, como presuntos terroristas, con la esperanza de que eso pudiera conducir al cierre de la instalación. Aunque muchos uruguayos se opusieron al traslado, los seis detenidos fueron reubicados en Uruguay en diciembre, después de las elecciones, cuando el mandato de Mujica finalizaba.

Pero Mujica también suscitó críticas por el estilo de gestión desorganizado de su gobierno y por sus promesas incumplidas de igualar el acceso a la educación y a la vivienda.

Mujica consideraba a José Batlle y Ordóñez, expresidente que creó el Estado del bienestar uruguayo en el siglo XX, como un abanderado de los líderes que tratan a sus compatriotas como iguales. “Mujica representa el hombre antisistema”, dijo el fallecido senador Helios Sarthou a Adolfo Garcé, un politólogo en Montevideo, para un libro sobre los Tupamaros. “La imagen del guerrillero heroico es un elemento fundamental para eso: se jugaron la vida”.

“Por eso la gente le cree”, añadió.

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Mujica en su granja en las afueras de Montevideo, en agosto pasado. Dado Galdieri para The New York Times

Mientras los vecinos de Uruguay se hundían en la corrupción, la violencia y la inestabilidad financiera en la década de 2010, Mujica —quien era más moderado que el venezolano Hugo Chávez o la argentina Cristina Fernández de Kirchner— defendía una izquierda que trabajara dentro del capitalismo y la democracia para mejorarlo. Se había desilusionado con la Cuba marxista que había idealizado en su juventud. En un viaje presidencial a La Habana, dijo a los funcionarios: “Por más mierda que sea el capitalismo, es el que ayuda a crecer”.

Tras su presidencia, Mujica se reincorporó brevemente al Senado, donde estuvo tres años antes de dimitir en 2018. El otoño pasado hizo sus últimas apariciones públicas haciendo campaña por su protegido Yamandú Orsi, candidato presidencial del Frente Amplio.

“Hasta siempre, les doy mi corazón”, dijo en un mitin una semana antes de las elecciones. Orsi ganó por un estrecho margen, llevando a la centroizquierda de nuevo al poder.

En una de sus últimas entrevistas, en 2024, reflexionó sobre la responsabilidad de los líderes mundiales. “El problema es que el mundo está dirigido por ancianos”, comentó, “que olvidan cómo eran cuando eran jóvenes”.

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