
La presidenta Claudia Sheinbaum premia a una colaboradora de antaño como Esthela Damián que habrá de tener como única agenda, y absolutamente nada más, la que la mandataria decida.


La presidenta electa tiene a su favor que luego de su contundente triunfo ha podido capotear con el exacerbado protagonismo de Andrés Manuel López Obrador.
Opinión15 de agosto de 2024 Salvador Camarena
El nombramiento de Emilia Calleja Alor en la Comisión Federal de Electricidad es una prueba de la resiliencia de Claudia Sheinbaum.
La llegada de la primera mujer a la dirección de la CFE alinea mensajes a favor de la presidenta electa, y es un recordatorio para los ansiosos que creen que su plazo de gracia para demostrar quién es y de qué está hecha –en términos de independencia de AMLO– se agotó ya.
Sheinbaum avanza en el tablero que tiene, no en el que la tribuna quisiera. Y al correr de las semanas su figura se consolida antes que resentir la cohabitación con un personaje como Andrés Manuel López Obrador, tan poderoso como abrasivo (y también, por qué no, abusivo).
En la transición, públicamente Claudia corre en al menos dos pistas, escenarios en los que cada uno de sus actos está expuesto a todo tipo de interpretaciones de la comentocracia (que incluye a las voces abiertamente morenistas y a los guindas de clóset).
Una de esas pistas son las giras semanales del dúo presidencial.
El tour por la República que le impuso el presidente es un recordatorio de que el lopezobradorismo es más que Morena, que lo iniciado este sexenio responde a una añoranza popular de décadas, una ilusión de millones con AMLO, que ahora ella debe atender.
En las campañas suele ocurrir que las multitudes estrujan a quien sostiene la candidatura. En estas inéditas giras, la candidata triunfante toma plena consciencia de la herencia que recibe: una expectativa recargada, un compromiso de cumplirle al pueblo… y al presidente.
Claudia parece haber encontrado, una vez más, la manera de sobrevivir a este grosero abrazo por parte del tabasqueño frente a “su pueblo”. Y a pesar de todo, quizá por la vitamina P (de poder), Sheinbaum una vez más demuestra que sabe lidiar con el mandatario y con su sombra.
Mes y medio después, en otras palabras, la conclusión es que el tour no ha provocado gran desgaste en quien hoy será investida como presidenta electa, sino todo lo contrario.
La otra pista donde el coro mediático mueve su pulgar arriba o abajo es en la conformación del gabinete. Toda decisión del poder es opinable, pero acá incluye un rasero donde las designaciones de Claudia se escudriñan con agregada suspicacia por el supuesto tutelaje de Palacio.
La designación de Calleja Alor en la CFE es una muestra de que, con lo que tiene, Sheinbaum hace mucho. La mejor noticia es la salida de ese puesto de Manuel Bartlett (a quien no se descarta que le den un premio diplomático, oh là là). Y eso es un triunfo para la próxima presidenta.
Sheinbaum tendrá un gabinete de transición al que le irá quitando piezas en la medida que las coyunturas se lo permitan. No tiene por qué pelearse hoy con AMLO cuando los nombres no le salen como ella quiere: mejor esperar problemas que le den pretexto para esos ajustes.
Y si bien todavía tienen que conocerse otros nombramientos del gabinete (Pemex, por supuesto) para evaluar la injerencia final de López Obrador, también debe tenerse en cuenta lo que termine ocurriendo en Morena, donde podrían ponérsele cuñas (no de apellido Alcalde) a Sheinbaum.
La presidenta electa tiene a su favor que luego de su contundente triunfo ha podido capotear con el exacerbado protagonismo de Andrés Manuel, que no desperdicia ocasión de tratar de estrujar a la ganadora del 2 de junio. Y si así es en público...
Ella está acostumbrada a resistir y luego imponerse. Tiene la energía para ello. Y nuevamente lo está demostrando.

La presidenta Claudia Sheinbaum premia a una colaboradora de antaño como Esthela Damián que habrá de tener como única agenda, y absolutamente nada más, la que la mandataria decida.

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